𝙉𝙤𝙘𝙩𝙪𝙧𝙣𝙖𝙡𝙞𝙖 de Joel Santamaría
Editorial: Espasa Calpe
Páginas: 272
Género: Thriller histórico
Debo confesar que irme a la antigua Roma me pone, me mola y me fascina. Sea el año que sea. En este caso, el autor nos lleva al año 280 d. C., ciudad de Tarraco (haciendo patria)
Y es que estamos acostumbrados a ver la Roma imperial y conquistadora de los grandes emperadores, la de construcciones titánicas y calzadas de mármol. Pero de la Roma plebeya, de la Roma con casas de paja y madera, de calles de barro mezcladas con heces, orina y sangre, por la que deambulan ciudadanos enfermos o con piojos en busca de curanderos paganos para que le resuelvan sus males, de esa Roma apenas sabemos.
Roma respetaba la práctica de otros cultos, mientras la suya no corriera peligro. Entre la clase baja de regiones sometidas al poder romano seguía manteniéndose vivos rituales y ofrendas por los dioses ancestrales. Y ahí está la trama de la novela. Un nigromante que maneja la magia del reino de los muertos está causando una serie de desgracias y los protagonistas se verán envueltos en ellas.
La pluma de Joel es fantástica creando una narrativa sencilla y fluida a la par que instructiva.
Todo queda atado, resuelto y...¡oh sorpresa!... un giro inesperado que no te voy a decir porque tienes que leer la novela.
El ritmo es adecuado a cada escena sin precipitación en las acciones. Juega con la magia con total racionalidad.
El escenario de Tarraco comparte protagonismo con Palmira en los flashes retroactivos.
Los personajes están perfectamente creados. Conoces el cómo y el porqué de su psique y sus acciones. Conectas inmediatamente.
El periodo histórico es tan poco conocido que le ha permitido maniobrar en este juego literario, pero aún así está perfectamente documentado.
La línea argumentativa mantiene el nivel de motivación suficiente para que no puedas dejar de leer, incluso va in crescendo. Basado en la típica estructura de planteamiento, nudo y desenlace. ¡Y menudo desenlace! Hasta diría que se permite un punto final de ciencia-ficción que me hizo reír de satisfacción.
Yo siempre digo que hay dos novelas: las que entretienen y las que enseñan. Esta participa de las dos.
Recomendadísima